Diciembre
Me levanté esa mañana con una sensación extraña. Estaba inquieta, expectante, como cuando debes
esperar a alguien que está llegando tarde. Traté de despejar mi cabeza de todo pensamiento negativo. Yo y mi tonta costumbre
de dejarme llevar por ellos, como si fueran presentimientos ¡Tonterías!
Fue un día igual a cualquier otro: ordené la
casa, hice compras y preparé la cena, ya que Papá nunca estaba para el almuerzo.
Después de dejar todo ordenado,
simplemente me senté en la mecedora junto a la ventana en mi cuarto, a ver como bajaba el sol y pensar en sus hermosos ojos,
azules y grises al mismo tiempo.
El teléfono sonó y me sobresalté. No esperaba el estridente sonido de la campanilla.
Corrí escaleras abajo para atender.
-¿Hola? – pregunté con cierto temor.
-¿Rowie? - Y entonces mi alma se iluminó
como un faro.
-¡Mi vida! ¡¡¡Qué alegría escucharte!!! - soné clara y alegre, pero en menos de un segundo, mi entusiasmo
se convirtió en preocupación - ¿Estás bien? ¿Dónde estás?
-Estoy en la base y estamos por salir, pero no podía dejar de
escuchar tu voz antes de irnos. ¡Te extraño!
-Y yo a ti, no sabes cuánto ¿No habrá ningún tipo de riesgo donde vas?
-El destino es Hawaii y sólo llevaremos provisiones. Totalmente de rutina y somos varios…no puedo darte más detalles. Tú
sabes ¿Qué hacías?
-Pensaba en ti…
-Amor, faltan tan sólo unas semanas para Navidad y prometieron que nos
enviarían a casa. ¿Has visto a J.J?
-Pasó por aquí ayer y por suerte no estaba sola, Papá estaba en casa.
-Todavía no entiendo por qué te pones así.
-No lo sé, me pone nerviosa. Es la forma en que me mira. No sé…
-Vamos, cosas de niños ¿Recuerdas cómo solíamos divertirnos cuando salíamos todos juntos? Parece que hace un siglo de todo
eso, y sólo ha pasado un año.
-Sí, lo sé. Pero él ha cambiado.
-Es todo esto de no poder enlistarse… Sabes que es
difícil para él.
-Hablemos de otra cosa. ¿Cuándo llegarán a Hawaii?
-Mañana. Prometo tratar de llamarte en cuanto
aterricemos. Cuento los días para que volvamos a estar juntos.
-Yo también.
-Rowena… - y de repente, hizo
silencio por un segundo, aunque pareció durar horas. Además me llamó por mi nombre completo. Escuché como tomaba aire antes
de volver a hablar.
-Es una tontería, pero ¿me responderías algo?
-Lo que quieras - contesté sin dudar.
Su
entonación era del todo inusual. Todas esas llamadas telefónicas, durante tantos meses, me habían enseñado a percibir cómo se
sentía: cuando estaba preocupado, angustiado o contento. Esto era diferente.
-Dime que no importa cuánto tiempo pase,
cuán lejos estemos, o cuántas cosas se interpongan entre nosotros… cumplirás tu promesa, ¿verdad? ¿Esperarás por mí? Juro que
no importa donde esté, volveré por ti. Siempre voy a estar para protegerte, para cuidarte... para amarte ¿Lo prometes?
Sus preguntas me hicieron sentir un dolor agudo, como si alguien me apretara el corazón y no lo dejara latir.
– ¿Por
qué me preguntas estas cosas? No vas estar expuesto a nada peligroso, ¿no es cierto? Me dices la verdad, ¿simplemente van a
llevar provisiones? ¿O es algo más? ¿Por qué dudas de mi amor por ti?
-Por favor, respóndeme…
-Escúchame bien: no
importa el tiempo ni las distancias ni las circunstancias que han convertido a este mundo en una completa locura, yo siempre
estaré esperándote. Siempre. Yo soy tuya y tú eres mío, ¿recuerdas? Ojalá pudiera hacerte comprender con palabras lo que
siento por ti, para que dejes esas dudas de lado. No tienes idea como se me estruja el corazón al escucharte preguntarme
estas cosas. ¿Por qué la incertidumbre?
-Tuve un sueño muy extraño anoche. No me hagas caso. Sólo quería escucharlo…
escucharte. Lo necesitaba - sentí voces, gritos, ruidos de otros hombres en el fondo. - Debo irme. Estamos por salir
-Rob... - Prácticamente le grité - Vuelve a mí, pronto. Estaré aquí, esperándote. Te amo.
-Te amo. Nos veremos para
Navidad, lo prometo.
Cortó. Y no pude más que abrazarme y ponerme a llorar, porque su ansiedad se convirtió en mi
angustia.
Traté de calmarme y fui a lavarme la cara. Papá estaría por llegar pronto a casa. No quería que viera que
había estado llorando porque iba a relacionarlo con él y tendríamos una discusión. Papá no quería a Rob, aunque nunca supe
por qué. Asimismo, escuchar su voz, fue lo mejor que me había pasado hoy.
Me dirigí instantáneamente a la cocina y fui
a buscar mi caja de los tesoros, como le decía, que contenía cosas invaluables para mí.
Al abrirla, lo primero que
podía verse era su foto. Allí estaba, sonriente en su uniforme. Y en otra, estábamos los tres en tiempos más felices, antes
de que Rob se uniera a la armada y J.J se volviera un amargo. Recordar los ojos azules de J.J, que parecían hechos de hielo,
me daba escalofríos. Cerré la caja y la dejé en su lugar, para volver nuevamente a la cocina.
Traté de pensar en otra
cosa. Encendí la radio para escuchar algo de música, mientras terminaba de hacer la ensalada y ponía la mesa. Billie Holiday
cantaba “All of me” y parecía que todo me hablaba de él. Era la canción que sonaba en la fiesta de la escuela, la primera vez
que bailamos juntos.
Papá volvió a casa alrededor de las 7 y cenamos tranquilamente. No hablamos mucho. Él también
había cambiado.
Era el dueño del diario local y, últimamente, no volvía a casa al mediodía, como antes, para almorzar.
En estos días de inquietud, parecía que estaba todavía más deprimido. Durante muchos meses ya, por las noches, se encerraba
en la biblioteca a beber. Y esta noche no sería diferente.
Lavé los platos y luego me senté en la mesa de la cocina.
Tomé el diario y empecé a leer, viendo que esto de la guerra en Europa no mostraba ningún progreso. Al contrario,
empeoraba.
No quería pensar en la posibilidad de que entráramos en guerra. Pensar en la probabilidad de que él fuera a
pelear tan lejos de mí, o incluso que no volviera... No podría soportarlo, de eso estaba segura.
Tomé de mi bolsillo la
foto que no había guardado, y volví a mirarlo. Y ahí estaba sonriéndome, como diciéndome que todo iba a estar bien.
Fui
a golpear la puerta de la biblioteca para avisar que me iba a dormir. Cuando la abrí, Papá estaba en la penumbra de la luz de
la chimenea, con un vaso de brandy en la mano y un cigarro en la otra. Levantó la cabeza y me dijo:
-¡Lilly, amor! - y
estiró ambos brazos hacia mí, en un gesto afectuoso.
Me sorprendí y, al mismo tiempo, me asusté. Entonces, abrí más la
puerta y prendí la lámpara de pie que estaba junto a la entrada, para que pudiera verme bien.
-Papá, soy Rowena… ¿Estás
bien? - Entonces, dejó el cigarro apoyado en el borde de la mesa, se quitó los lentes y se refregó los ojos con la mano
libre.
-Ah, eres tú ¿Qué quieres? - preguntó, malhumorado. En su voz se notaba el efecto del alcohol.
-Si no te
molesta me voy a dormir. ¿Quieres qué te traiga algo?
-No… Déjame solo - dijo en voz baja, pero de forma autoritaria.
Lucía miserable.
-Buenas noches entonces - respondí muy bajito y cerré la puerta suavemente.
No quise
presionarlo, ya que no quería iniciar ninguna discusión. Necesitaba paz en mi cabeza para escuchar la voz de Rob diciéndome
que me amaba, antes de dormirme. Eso era todo.
Al entrar en mi cuarto, podía ver a través de las ventanas una noche
estrellada, incluso, no tuve necesidad de prender la luz. La luna llena, enorme y plateada, hacía que todo se viera azul. Me
asomé para ver el bosque, el río y pensar en él, una vez más.