PREPARANDO LA NAVIDAD
Nevaba . . .
Las calles estaban abarrotadas de gente, entrando y saliendo de los negocios, haciendo las compras de Navidad de último momento.
Lucía entró a la juguetería y buscó regalos para los chicos.
Lo vio ahí . . . Parado, alto, corpulento, de cabello cobrizo alborotado, también estaba buscando regalos; parecía muy indeciso, se consoló pensando que no era la única.
Siguió buscando y sus miradas se cruzaron.
El le sonrió y ella bajó la mirada sonrojándose.
Luego de tanto buscar, se decidió por una computadora portátil para Nicole y una bicicleta para Andrés; siguió buscando regalos para sus sobrinos.
Tenía tres, Alicia y Tommy, hijos de su recientemente fallecido hermano Leonardo y Leandro, hijo de Javier, hermano de Ricardo, su marido.
Estaba indecisa, no sabía que comprarles.
Finalmente, se decidió por libros de cuentos, algunos CDs de música, juegos para la computadora y para la playstation.
Pensó que eran perfectos.
Ahí fue cuando lo vio otra vez, ensimismado en su búsqueda.
Sus ojos se volvieron a encontrar, desvío la mirada.
Se sentía perturbada y no sabía porque.
Luego de la trágica muerte automovilística de su hermano unos meses atrás, sus padres, su hermana, sus suegros, sus cuñados se reunirían todos juntos otra vez a pasar las fiestas.
Su cuñada Stella, esposa de su hermano, no quería ir pero Lucía la convenció de pasar un tiempo en su residencia.
Al darse cuenta de la hora fue a la caja y pagó por los regalos.
Al salir tan apurada tropezó y chocó con aquel extraño de cabello cobrizo, casi se muere de la vergüenza cuando levantó la vista y lo vio sonriéndole.
Al tropezar se le rompió el taco de la bota y rengueaba de un pie; así fue cuando él disculpándose, la ayudó con los paquetes y le preguntó si quería que la llevara hasta su casa, pero ella se negó rotundamente, le dijo que tenía el auto estacionado a pocas cuadra.
De todas formas él se ofreció a ayudarla pese a su negativa.
No hubo tiempo de presentaciones, casi ni se dirigieron la palabra.
Fueron juntos hasta el auto de Lucía, abrió el baúl y guardó los regalos, agradeció su ayuda y sin más, se fue a toda prisa, pues quería llegar a casa temprano.
El camino de regreso se hizo interminable, el tráfico era insoportable a esa hora de la noche; trató de llamar a la casa, pero no tenía señal en su móvil, cuando consiguió comunicarse, Felicia, el ama de llaves, le dijo que el Sr. Ricardo no había llegado todavía.
No podía sacarse a ese extraño de la cabeza.
¡Esos ojos grises!
No debía pensar.
No quería.
Cuando llegó a la casa, los chicos corrieron hacia ella con sus brazos abiertos contándole de su día escolar y las cosas que habían hecho.
Eran las ocho y media de la noche, cuando el teléfono sonó.
Era Ricardo, avisando que llegaría tarde, que no vendría a cenar.
Resignada y de mal humor, Lucia se fue a dormir sin comer, ayudó a los niños a acostarse, apagando las luces a su paso y quedándose dormida leyendo.