Instantes

Como me ves te verás . . .

Domingo 15 de julio del 2001.

Esta fue una mañana diferente, después de dejar a mi niña en la escuela alcance a mi esposo en el Ceracom, ahí le hacían una biopsia a mi suegro y me reuní con el y mi suegra en la sala de espera y así estar pendientes de lo que se ofreciera, también lleve a mi bebe de nueve meses, pues si lo veía su abuelito después de tan difícil prueba, seguro se animaría.

Llegue a las 8:30, y ahora que escribo son las 10:10 a.m. Durante el tiempo de espera han desfilado tal cantidad de pacientes que vienen a hacerse algún estudio, los miro a todos y deseo con todo el corazón que todo salga positivo, comenzando por mi suegro. Siento que esté pasando por este rato amargo, pero curiosamente no es un pesar tan fuerte, pues este encantador señor durante su vida ha llevado a cabo una filosofía de vida fuera de lo común, ha mantenido un increíble sentido del humor en todas las circunstancias que se le presentan día a día, por lo que el si deja salir a su niño interior, ese que tanto nos enseñan a sacar en los diplomados de desarrollo humano.

Se que ha vivido intensamente y libremente cada momento, por lo que se debe sentir satisfecho y sin temor, aunque le den el peor de los Rosa Elena Rosado de Nieves resultados. Hace un momento mi esposo se llevó al bebe para que lo vea mientras despierta y se recupera. Se que al verlo sonreirá y abrazara a su “vikingo”, como el le llama, y su abrazo durará mucho tiempo.

Dos días después de haber ido al Ceracom, recibí la visita de mi suegro en mi casa, al ver su andar lento sentí preocupación, pero al platicar con él mientras tiene en sus brazos a su “vikingo”, confirma lo que escribí en días pasados. Saca el tema de su enfermedad y me dice “No sé por que la gente le teme tanto al cáncer, si solo es un signo del zodiaco. Yo me siento muy bien y satisfecho, vivo cada día en paz, sin pedir más”, y entonces recordé a mi querido Tony de Melo “ligero de equipaje”.

En estos dos últimos años he estado más consciente de las enfermedades en general, sobre todo en la vejez.

He tenido una experiencia muy de cerca con mi suegra, la cual esta padeciendo Alzheimer y la he estado apoyando y he sido su fiel compañera en el laberinto de su enfermedad.

En este momento me siento agobiada. Sin la menor gota de ganas de saber de nada, de nada por unos días por salud mental.

Escribo esto, mientas acompaño a mi esposo a Nueva York, a Miami y después a un crucero.

Me viene a la mente la triste impresión que me llevé en días pasados al visitar a una señora comentarista de sociales, que en toda su vida se dedicó a ello, le lleve una publicidad de una conferencia que se llevaría a cabo, con la intención de que la difundiera en su programa de radio, pero ¡oh sorpresa! Al llegar a verla me condujo su nuera a un cuarto donde se encontraba postrada, sin poder caminar, según me dijo, desde hacia mas de un año, pues es diabética y se cayó, fracturándose la cadera y después de dos operaciones no se restableció. Que impotencia sentí, que pena me dio, por la cruda realidad que tenía ante mis ojos. Levaba yo a mi bebe y este travieso angelito se encargó de transmitirle alegría, esperanza y quizá perseverancia.

Cuando al fin me despedí, no sabia que decir, de que manera disimular lo difícil de la situación de esta señora que al igual que mi suegro fueron gentes muy activas, exitosas, profesionistas. Me di cuenta que sí, los días de nuestra vida están contados, que gozar de salud es un tesoro, y desaprovechar las oportunidades o dejar de cumplir nuestras metas y proyectos en un descuido se puede volver la cosa mas lamentable, ya que quien me dice a mí que gozo desde hace 35 años de salud, sin padecer mayores problemas que leves gripas, dolores de garganta, estrés y demás leves, pero muy leves achaques; quien me asegura que mis suegros, la señora con diabetes y demás personas que han perdido su salud, me miren a los ojos, me pida que haga una pausa en mi vida para disfrutar más, cuidarme más y con pesar tengan que decirme algo que es real: “Como me ves te veras”.