La caja de Pandora se había abierto; todo el juego que se
había manejado a escondidas de Jack Lee salió a luz, y ahora
Zina y Luis tenían un enemigo más en su contra; por ninguna
razón él aceptaría seguir ayudando en el caso pues se había roto
una estructura de confianza creada en la familia. No sólo se
sentía traicionado por su hija, sino que ésta había tenido como
cómplice a su esposa. Jamás lo hubiera esperado de ellas. Él
habría dado su vida, de ser necesario, para sacar adelante a su
familia y educarlos dentro de las líneas en que él fue educado.
Todavía recordaba, en el trayecto a su casa y lleno de furia, los
inicios de su romance con su esposa, y también toda la alegría que sintió al tener a su pequeña Zina en los brazos, y cómo la
fue llevando paso a paso por cada etapa de la vida de la pequeña.
Recordaba también sus primeras palabras y cómo ella siempre
vio como todo un héroe a su padre; todos los planes que hizo para
ella y para su hermanito; darles la vida que él nunca tuvo. Pero en
ese momento sentía una puñalada dentro de su corazón, el cual
le gritaba en busca de una respuesta a sus miles de preguntas,
buscaba un porqué o buscaba una sola explicación de en qué
había fallado para haber sido traicionado de tan vil forma.
Llegó azotando la puerta de su casa, exigiendo a gritos que su
mujer y su hija acudieran a donde él estaba, y las encontró juntas
platicando en la sala. Ellas lo miraron asustadas; no sabían aún
lo que pasaba.
– ¡Exijo una explicación!–exclamó Jack con un abrumador
grito–. Yo accedí a apoyar a ese charlatán, pero hoy me acabo
de enterar de que ustedes se casaron a escondidas. ¡Explícame
qué demonios quiere decir todo esto!–dirigiéndose a su esposa,
continuó–. ¡Además tú también me traicionaste por haber ocultado
lo que tu hija hacía! No dudo que hasta los hayas ayudado en todo.
Se hizo un espantoso silencio en la sala. Jack echaba chispas
de coraje, y su color amarillento se había convertido en un rojo
violento. Zina se dejó caer envuelta en un mar de lágrimas
mientras su madre se acercó a abrazarla y le dijo a su esposo:
– Cálmate, Jack, por ninguna razón pienses que yo fui
cómplice de todo esto. Yo fui la primera sorprendida cuando
me enteré, pero no había mucho que pudiera hacer; ya nada se
podía remediar y pensé que al decírtelo empeoraría aún más
la situación. Deja de gritar y espera a que tu hija se calme y
te explique. Tú sabes cómo está de enamorada y no midió las
consecuencias de lo que pasaría al hacerlo. Todo en realidad fue
un acto de amor que traerá consecuencias no sólo en sus vidas,
sino también en las de nosotros.
Jack tomó una silla de un jalón y se sentó a escuchar los
motivos que habían provocado a su princesa a tomar tan drástica
decisión. Se hizo otro gran silencio; sólo se escuchaban los
sollozos de Zina y la acelerada respiración de Jack, que estaba
sumido en sus pensamientos. ¿Cómo se le habían ido tan rápido
los años? Porque el tiempo se esfumó sin pensarlo . . . ¿Dónde
había quedado aquella tierna niña que jugaba con su muñeca
y le decía a su padre que jamás se iría de su lado? ¿Qué había
hecho para merecer tan cruel castigo? Por un momento,
el cansado hombre pensó que estaba soñando y que era una
pesadilla; quería escuchar de su princesa que todo era un error
y un mal entendido. Quiso levantarse y abrazarla; quería que
nada fuera cierto . . . Pero se mantuvo callado esperando a oír la
explicación en la voz de su hija. Después de unos minutos ella
comenzó a hablar:
– Papá, tú sabes que te amo con toda mi alma, pero otra forma
de amor llegó a mi vida y me enamoré locamente de Luis, y cuando
me enteré de su situación legal y de la situación de su familia me
conmoví al saber que él no podía visitar a su abuelita en México y
que quizás no alcanzaría a volver a verla con vida. Investigamos
el proceso por el cual él estaba arreglando su situación migratoria
y descubrimos que le faltaban todavía muchos años para que éste
se completara. La abuela ya es muy grande de edad y ha estado
hospitalizada varias veces; los doctores han dicho que quizá no
viva mucho tiempo más, y el abogado nos dijo que al casarnos
sería mucho más rápido el proceso de legalización. Sabíamos
que ustedes nunca nos apoyarían, así que decidimos casarnos en
secreto y acelerar el proceso para Luis. Te pido perdón por mi falla;
nunca nos imaginamos cómo todo se complicaría, pero ahora que
todo ha salido a la luz quisiera que nos siguieras apoyando y que
me perdones por lo que hice; mi madre no fue cómplice; ella se
enteró después del accidente. Perdóname, por favor–cuando la
muchacha terminó, los sollozos apenas la dejaban hablar.
Jack se levantó aún furioso; la explicación no lo había
convencido. Dio varias vueltas por la sala como si quisiera más
explicaciones y después dijo:
– Esto es algo que jamás les perdonaré, ni a ti ni a tu madre;
me avergüenzo de ti. Jamás esperé esta traición. Quisiera
desaparecer en estos momentos y pensar que nunca existió nada
de esto. No te ayudaré más; has arruinado mi vida y quizás mi
carrera política; quisiera no volverte a ver jamás.
Él sabía que no habían hablado ni él ni su corazón; sabía que
la ira se había encargado de decir cada palabra que salió de su
boca, y no se imaginaba cuánto daño habían hecho esas palabras
en el corazón de su amada princesa. Pero ya era tarde, ya lo había
dicho; el daño estaba hecho. Acto seguido salió como un rayo sin
decir una sola palabra más, y dejó a las dos mujeres en un mar
de lágrimas, fundidas en un abrazo. Todo había cambiado, ahora
la situación era más difícil para Zina; debía tomar una decisión,
pero en ese momento no quería hablar; sólo se quedó callada en
brazos de su madre, esperando recibir el alivio que su corazón y
su alma añoraban.