– ¿Del otro?
–Así es.
– ¿Pero qué hay de este?
–Ahora lo retomaremos pero primero necesito encontrar el hilo si es que lo
hay entre los dos ¿bien?
–Supongo.
–En el otro estoy en una cascada circundada de megalitos y un pequeño
banco de arena, entonces emergemos del fondo un enorme cocodrilo y yo,
estamos luchando, nos hundimos de nuevo sólo para volver salir de las aguas
violentamente, nos sumergimos otra vez, estoy ahí aguantando la respiración,
él se mueve con esos giros de la muerte que les llaman, me aferro con mis
piernas y brazos a lo largo de su cuerpo, lo atenazo con las piernas para de
algún modo poder sofocarlo, él se cansa, mis pulmones están apunto de
colapsar, subimos a la superficie, cansados, lo tomo de las mandíbulas sólo
para recibir un latigazo de su cola, mi carne se abre, voy de nuevo por las
mandíbulas, otra sacudida de su cola pero no desisto, las expando más allá
de sus límites hasta que ceden las articulaciones, rompo su arma, mato al
cocodrilo, lo arrastro por la cola hasta la orilla, el ojo de agua ha cambiado
su color transparente por un café enrojecido, me tiro al suelo totalmente
exhausto, me levanto por un momento y voy hacia la cascada, la cruzo y estoy
en mi viejo barrio en los apartamentos, avanzo entre ellos, me dan ganas de
orinar, veo a tres niños, dos de ellos son mis mejores amigos de la infancia y
yo mismo de unos diez años a lo mucho, me sonríen, suelto una carcajada y
voy hacia el cocodrilo donde me saco el pito y me pongo a orinar, la sangre se
mezcla con la orina, ahí termina… no espere hay algo más.
–Dime.
–Hay otra versión del sueño.
–Te escucho.
–En la otra versión del sueño, todo sucede exactamente igual, lo único que
cambia es el final, pues el cocodrilo me devora a mí y a mis amigos, luego
desaparece en el fondo.
–Muy bien dime una cosa, ¿cómo es la relación con tu padre?
– ¿Qué?
–Sí, cuéntame la relación que llevas con tu padre.
–No quiero hablar de eso.
…Una lenta y profunda inhalación hacia el fondo de los pulmones de
cama elástica, que rebotan el humo con velocidad suficiente para callar el
razonamiento, y rodillazo directo en las sienes del sistema nervioso…
– ¿Porqué?
–Simplemente no deseo hablar de eso, ni de él.
– Muy bien y ¿qué hay de tu madre?
– Fue una gran madre, soportó mucho tiempo a mi padre hasta que…
ahora está muerta, hará cinco años que murió.
…Que se colapsa con gran placer, euforia de mañana de cielo sucio y
alcantarillado, la piedra se esfuma y mientras levito me pregunto, que si en
verdad se ha muerto su presencia, que si verdaderamente se ha ido del todo mi
madre.
– Ya veo y ¿la extrañas?
– Era mi madre, ¿quién no extrañaría a su madre cuando ha muerto?
Aguantó durante años su maldito alcoholismo y sus abusos y él solamente
cayó enfermo, ¡enfermo! ¿Puede creerlo? ¡Enfermo!, ¿porqué no se fue al
diablo?… ya le dije que no voy a hablar de él.
– Alguna vez hablaste con él sobre cómo te sentías sobre la situación.
– No se podía hablar con él cuando estaba sobrio, y cuando bebía se la
pasaba llorando, o haciéndonos una mierda la vida. El solo recordar me está
haciendo sentir miserable, no quiero hablar más de esto.
– Muy bien, aquí comienzas, tráeme tu próximo sueño el jueves, ese será el
pago por la consulta.
Y DIME ¿TÚ QUÉ VES? (2).
Jueves cuatro pe eme.
–Buenas tardes vengo a consulta.
–Un momento por favor, ¿trae el pago?
–Se refiere al sueño, sí, sí lo traigo.
Habla por el interfón y aquí viene otra vez este escalofrío en la yema de
mis dedos, ojala fuera en otra parte, eso siempre pienso cuando tengo un
accidente, algo que me oprime, no por dentro sino por fuera, un tobillo
roto, una fractura en el codo o la muñeca o un dislocamiento de hombro,
siempre deseando que fuera en otra latitud de mi geografía. Mis dedos
empiezan a temblar entre el inicio de la uña y la huella digital, entonces
deseo estar en el momento de la vida de alguien más, no de yo siendo
ese alguien más como un actor y eso, sino siendo yo con esas cualidades
irremediablemente ajenas, estúpidas, fantasiosas.
–Puede pasar, nada más que se ha cambiado de consultorio, la terapia se
llevará a cabo en ese de ahí.
–Gracias.
Puerta cerrada ¡Toc Toc! ¡Toc! ¡Toc! Hablo a través de ella.
–La puerta.
– ¿Sííí?
–Está cerrada.
– ¿Y?
–No puedo entrar.
–Oh lo entiendo, ¿ves esa ventana a tu izquierda?
–Sí.
–Pues, ahí tienes tu entrada.
–No voy a salir por la ventana, abra la puerta ya.