¿Qué marca te marca?
Buscando una mayor conciencia en cada situación, me parece
que como humanidad estamos aún tan atrapados en “la matrix”
-la ilusión que nos vende el vivir cotidiano actual-, que ignoramos
que, al igual que los seres del Mito de la Caverna de Platón, vivimos
día a día, inmersos en una realidad totalmente ilusoria y falsa.
Uno de esos engaños es el creer que el exterior nos define y
reafirma con objetos o artículos específicos, de determinada marca.
Y ese “aferramiento a las marcas” que se vive hoy en día, si bien es
muy patente entre los jóvenes, también se manifiesta ampliamente
entre los adultos.
Los padres de algunos de los chicos que se preocupan por
lucir una determinada marca de ropa, lentes para el sol o hasta
de celular, dicen: ¡es la moda! Desafortunadamente, parece ser la
moda, y mucho de la ceguera de la sociedad actual. Se concede tanta
importancia a lo que se lleva por fuera, que muchos seres avalan
el concepto. A tal grado de creerse o sentirse más importantes si
pueden lucir un Rolex, conducir un Audi o lucir, según ellos, unos
flamantes Ray Ban.
Mucha gente pareciera vivir hoy en día marcada por la influencia
de la mercadotecnia y la publicidad. Actividades comerciales que
han tenido mucho éxito en embotar la conciencia colectiva. La
superficialidad llega a tales extremos que el asistir a cierto tipo
de restaurantes, vacacionar en una específica cadena hotelera o,
incluso, el recibir atención en ciertos establecimientos de servicios
médicos, puede hablar del “status” de la persona. Y eso confiere seguridad y prestigio a quienes pueden ostentar la membresía, o ser
acreedores de esos servicios y productos.
Desafortunadamente es lo que muchos jóvenes aprenden
a considerar como motivo de inspiración, en sus hogares. Así,
el mundo se vuelca hacia el exterior. Hacia lo que se ve con los
ojos físicos, hacia lo que cada día nos confunde más y nos aleja de
nuestra verdadera esencia, del aprendizaje y conocimiento de lo
que auténticamente somos.
El anhelo por conseguir cosas y objetos, por lo general caros
e inaccesibles para muchos bolsillos, ocasiona un sentimiento de
frustración -y tal vez hasta de resentimiento-, contra aquellos que
ya tienen lo que algunos otros no pueden alcanzar.
Es el mundo ilusorio de “Maya”, donde se da suma
importancia a lo físico y material. Mucha gente vive aún marcada
de superficialidad, avalando conceptos publicitarios posicionados
como tesoros incuestionables a conseguir. Una vez que se obtiene
todo ello, ¿qué queda? ¡Las más de las veces, una enorme sensación
de vacuidad!
Estar inmersos en ese mundo, sólo atentos a nuestro exterior,
nos impide volcarnos a las verdaderas riquezas que este plano
pudiera ofrecernos. Para disfrutar de un delicioso y soleado día, no
necesitamos unos lentes costosos, de una sofisticada marca, ¡nos
basta la maravilla de nuestra invaluable visión!
Necesitamos aprender y reafirmar cada día que valemos no
por lo que llevamos fuera, sino por lo que guardamos dentro. Ojalá
todos esos jóvenes que se visten de marca aprendieran a revestirse
con otro tipo de “marca”, la del respecto a valores como la empatía
con el necesitado, la sabiduría, la compasión, la generosidad,
la amabilidad hacia los demás. Ojalá buscaran que esa fuera su
verdadera “marca”, el sello que los identifique.
Esa es la marca que ha de imperar en la nueva humanidad.
Los valores serán los que haya acumulado el ser humano en
temple interior, en desapegos, en verdadera conciencia de su ser
espiritual.
Recuerda que la vida ha de marcarte no por la fama de tu
apellido, ni por la fortuna de tu padre, o la marca del auto que manejas. Tampoco por el nombre de la universidad a la que asistes
o el prestigio de la empresa en la que trabajas. Ni siquiera por el
atractivo de tu físico, ¡y menos aún por la marca de la ropa y los
accesorios que suelas llevar!
La vida ha de marcarte según lo que hagas en favor del
desvalido, y por cuánto amor o felicidad logres dar a los demás.
Por las promesas cumplidas, y por el dulce recuerdo que dejes
al partir . . . Por lo que digas y lo que hagas, sobre todo cuando
tu intención sea el bien común. Por las palabras de aliento que
prodigues, y por los consejos que puedas dar cuando así te lo
soliciten.
La vida te marcará por los agravios que ignores, por los miedos
superados, por la ignorancia que quede atrás en tu expediente, por
la determinación en el logro de tus sueños, y por las semillas de luz
y esperanza que logres sembrar en los corazones ajenos.
Finalmente, la vida ha de marcarte por la riqueza interior que
hayas compartido. ¡Esa será la mejor marca que ostentes en tu vida!