El Camino

De la hacienda a la estación del tren en carroza, ese tren los llevaría al puerto de Nueva París, ahí tomarían el barco que los llevaría hasta Cuenca. Cuando llegaron a Nueva París, Jorge le contó a Ana el incidente que había tenido con la adivinadora; algunos colegas de la mujer lo reconocieron y se mantenían alejados. Jorge dio gracias por no tener que hospedarse en aquella ciudad pues cuando llegaron ya el barco estaba por partir; rápidamente abordaron y se dirigieron a la cabina, esta era muy amplia y finamente decorada. ¿Qué dirán mis padres? –Pensaba Ana- ¿Qué dirán al verme? ¿Me aceptarán junto a mi esposo? –se mortificaba ella-. ¿Qué pasa? –Preguntó Jorge- ¿Por qué te miro triste? Es que pienso en lo que pueda pasar cuando veamos a mis padres. –Dijo ella- ¿Qué tal si no nos reciben? O si ya han muerto –agregó con vos triste- Mira mi amor –respondió Jorge- no te preocupes por el futuro, no hay nada que tú o yo podamos hacer por él, mejor disfrutemos este momento y cuando los problemas vengan entonces los podremos enfrentar. Ana lo abrazó y dándole un beso en la mejilla se durmió en sus brazos. Al tercer día de viaje Ana y Jorge subieron a la cubierta del barco para ver las estrellas. Esa noche hubo un hermoso espectáculo en el cielo, era como si las estrellas estuvieran alegres de ver el amor de ellos. De pronto un músico se acercó con una guitarra y por unas monedas amenizó aquellos momentos. El reloj marcaba la una o dos de la mañana, cuando sin aviso previo el mar se enojó de tal manera que parecía estar celoso. Aunque la luna y las estrellas iluminaban la noche, el barco crujía por los golpes de las olas contra su casco. Ana se aferraba al cuello de Jorge y llorando le decía que el barco no iba a soportar esa tempestad. Él le pidió al músico que siguiera tocando. Se acercó a la baranda y dirigiéndose al mar le dijo; ¿Por qué te pones celoso, por qué quieres acabar con este momento tan maravilloso?, ¿acaso tú no has tenido tus momentos de felicidad? Muchas naves han surcado tus aguas, además disfrutas cuando la lluvia se posa en ti y cuando las aguas de los ríos se juntan con las tuyas. En cambio yo siempre esperé este momento, ¿acaso ya olvidaste cuando yo solía hablarte de mi Ana allá en las playas de Puerto El Limón? Ahora estoy con ella después de mucho tiempo, y tú quieres arruinar el momento. El mar se fue aquietando conforme le hablaba y cuando terminó su discurso ya no había una sola ola que amenazara. Así ambos vieron la luz de un nuevo día, sentados en cubierta parecían dos adolescentes disfrutando aquel viaje.