El desacuerdo rompe los corazones, causando miedos e inseguridades y hace cenizas el alma. Surge la discordia cuando no nos escuchamos y respetamos unos a otros. Las diferencias existen para distinguirnos de ese alguien que piensa o siente distinto a nosotros y es lo que nos hace estrechar lazos, ya que aprendemos unos de otros. Si ese alguien se opone a nuestra forma de ser, nos disgusta, nos molesta; esto no nos deja entendernos, porque para lo que para uno es positivo para el otro es negativo, porque para lo que para uno ciertas situaciones es el cielo, para otros es vivir en las tinieblas.
Cuando vivimos en el desacuerdo, matamos con la lengua ponzoñosa; pero también se mata con los instrumentos del terror, en lo que todo se trata de arreglar con sangre fría y esto que se da es porque todos se creen poseedores de hacer justicia por sí mismos. Los dispositivos del terror hacen correr ríos rojos de dolor y entonces aparece la tormenta de la niña, desbordada de desesperanza.
El amor es el único que triunfa. La acción de la fuerza verbal y la de los dispositivos se crece en la fuerza y separa con una línea a los hombres: los buenos y los malos.
No vivamos en la ceguera, destruyamos su velo oscuro para ser guiados. Tengamos fe de que todo cambiará y la luz liberará; para eso es necesario olvidarnos de nosotros mismos.
La puerta se cierra cuando el hombre es irreflexivo y se abre con la reflexión, así aparece la verdad, siendo guiados en la fe positiva, teniendo la seguridad de que todo lo que pasará será vida, porque la fe negativa es muerte. Si hemos perdido la fe, la podremos recuperar, reposando nuestra voluntad en la de Dios. Él nos alivia y nos da consuelo y el dolor es transformado. Dios nos llama a la unión, no a la desunión. Dios hizo una obra y eso es el Universo, el cual nos regresa lo que le damos. Por eso hay que vivir en paz.
No hay que luchar con las armas del desafío, que sea el “amor”. Hay que luchar por vivir en armonía y no optar por la separación y el odio, y no sentir repulsión sobre algo que no está de acuerdo a nuestras creencias religiosas o ideologías políticas o preferencias sexuales o por origen, porque en está ultima, todos provenimos de la misma arcilla.
Respetémonos en todas las esferas de la vida. Cambiemos el destino de la humanidad, aceptándonos tal cual somos entre todos, ya que en esto reside el aprender unos de otros y es lo que nos hace libres. La diversidad de pensamientos y modos de ser es lo que distingue a los hombres. Aprendamos a convivir en sociedad aceptándonos. Seamos imparciales.
“El que posee a Dios en su interior, está vivo y el que no, está muerto”
Dijo el ángel: “El tiempo malo pasará y el manto blanco nos abrazará. El mundo no se rige de acuerdo a la propia estimación de un solo hombre, porque es la destrucción. Hay quienes actúan por recibir honores o por querer ser respetados o porque consideran que pelean por una causa y más bien eso es orgullo y vanidad. La salvación de una nación o del mundo entero no es el juicio de un solo hombre o de unos cuantos, así éste o éstos han ejercido su poder para resolver la violencia y ajustar cuentas de lo que consideran justicia. Cada quien reflexiona individualmente”. Y pregunta el ángel: “¿Qué es lo justo y qué es lo injusto? Porque en esa lucha de poderío mueren malos, mueren buenos e inocentes que apenas empiezan a vivir. No se debe pretender vivir en un mundo ideal, porque los hombres, que están en la tierra, son imperfectos. Sean libres y vivan en la quietud por el bien común.”
Si alguien actúa de manera equivocada, es porque tiene un pasado que lo marcó, provocándole una especie de vacío y de infelicidad.
Hay hombres que prometen un mundo ideal en esta tierra y ese mundo es fantasioso, bajo ese pretexto luchan, pero de la manera equivocada; sin embargo cuando la reflexión se apodera de ellos, actúan con amor.
El hombre debe reflexionar sobre su actuar para ser compasivo con el hombre y no señalarlo, ya que todos somos imperfectos; porque un hombre bueno, en un momento de arrebato, se puede convertir en malo y uno malo se puede convertir en bueno en un momento de reflexión.
Se debe de confiar en que los sentimientos de los hombres se refuercen en los lazos del amor y no por ejercer la fuerza sobre ellos. Cuando nosotros olvidamos a Dios, vivimos en el desamor, así el hombre lo hace de la misma manera en su casa; así, cuando sale de ésta última, hiere sin la menor contemplación de lo que está haciendo, porque el hombre es marcado por su medio ambiente que lo hace seguir un cierto destino y éste puede ser equivocado.
El hombre de la Iglesia debe de acoger a todo hombre en su espacio y no hacer un recinto amurallado en el que no entran los que él señala con su dedo inquisidor, juzgando que viven en el pecado. Es importante que cambie su forma retrograda de actuar y de pensar, porque “con la vara que mide, será medido”.
Es necesario vivir en el acuerdo y dejar a un lado lo que separa al hombre, y es el señalar con el dedo inquisidor, poniendo en tela de duda la actuación humana, satanizando todo lo que no está de acuerdo con su proceder absoluto. Aprendamos toda la humanidad con las lecciones del pasado, en donde se han separado vidas y otras se han perdido por falta de acuerdo. Cuando entendamos esto, podremos vivir en las vías del amor.
Todo lo que siente el hombre, lo refleja al exterior y actúa. Por eso, alimentémonos interiormente de la presencia de Dios. Para dar y recibir amor, comprendamos que todos somos diferentes en nuestra forma de actuar y de ser; aprendamos de la lecciones del pasado. El amor a Dios y a sí mismo es importante, porque no se puede dar lo que no se tiene; si lo poseemos, lo podremos dar a los demás. Eso es lo que salva al mundo. Despertemos, estamos vivos. No importa la edad que tengas. Decídete hoy.
Lo único que puede salvarte es la oración y la fe. Hagamos una alianza en donde se pierdan los buenos y los malos. Hagamos un pacto con Dios, así no habrá conflicto y desaparecerá el caos.
“Si eres libre, salvarás al planeta. Tú puedes salvar al planeta”