PROLOGO.
Tenemos problemas sociales que parecen insuperables. El estado no parece
pretender solucionarlos; en cuanto al pueblo…; el poder popular para generar
un cambio en sus condiciones sociales propias está limitado por su capacidad
para separar la verdad de la mentira, es decir, para identificar los verdaderos
problemas y visualizar sus causas y posibles soluciones. Pero hay obstáculos
para ello, por ejemplo, una de las tradiciones sociales, la práctica religiosa, es un
agente determinante que nubla de mitos el entendimiento social, enajenándolo
y haciéndolo ingenuo.
LA RELIGION -con su rudimentario pero eficaz sofisma fundamental- es
un artificio psicológico que permite al estado inducir y mantener un nivel
conveniente de ignorancia y temor entre la población, a la que de este modo,
acostumbra a vivir en un estado permanente de letargo y en actitud sumisa y
dependiente; para entonces manipularla y explotarla con solvencia.
El dogma CRISTIANO ha alcanzado gran eficacia en este propósito, provocando,
sin embargo, en su evolución histórica, un daño irreparable en las formas de
convivencia de la sociedad occidental y encausándola hacia una decadencia
irreversible.
El presente trabajo hace una crítica desde una perspectiva humanista de
ese aparato axiomático del estado, destacando su gran importancia social e
histórica; denunciando a una institución responsable de grandes crímenes
contra la humanidad. En el desarrollo de la misma crítica, se desentrañas las
causas objetivas de la religiosidad humana y se revelan con rigor académico, las
trampas psicológicas mediante las cuales el dogma Cristiano, se infiltra, toma
el control y dirige la mente social.
Se pretende proveer al lector, las armas para neutralizar el efecto doctrinal y
alcanzar la emancipación del pensamiento.
Durante el proceso, resultará sorprendente ir despertando a la conciencia de
algunos interesantes aspectos cotidianos de la práctica religiosa social, que
parecerían triviales pero que constituyen una pesada carga ideológica.
Que la religión no es un asunto personal ni íntimo. Debemos reconocer su
importancia y trascendencia objetiva; pues se trata de un asunto sumamente
delicado, de repercusión social, global e histórica, que ha acompañado y definido
los derroteros de nuestra civilización de manera tan determinante como lo han
hecho la ciencia y la economía.
Que sus efectos personal y social no son inofensivos. Puesto que es un fraude
premeditado y malintencionado, su efecto se estima altamente dañino, tanto a
nivel personal como social, y ha manifestado inclusive el poder de dirigir a la
humanidad hacia su destrucción.
Que no podemos hacernos inmunes a ese efecto con solo asumir una actitud
indiferente. El dogma religioso no es un enemigo externo contra el cual podamos
simplemente interponer un escudo protector; la realidad es mucho más grave.
Habiendo sido inculcado durante largo tiempo y transferido de generación en
generación, es ya un enemigo alojado en nuestra mente, que forma parte de
nuestra personalidad, de nosotros mismos y que nos ha vivido por generaciones.
Tenemos que identificarlo en nuestro subconsciente y tomar conciencia de su
efecto nocivo para erradicarlo antes de que se convierta en el instrumento de
auto-exterminio para nuestra especie.
Finalmente, no podemos seguir equivocadamente contemplando los
acontecimientos históricos o internacionales como algo ajeno y menospreciable
solo porque no lo vivimos en carne propia. Es imperante que reconozcamos
que somos producto de la historia universal y que todo cuanto ocurre en cada
rincón del mundo define las condiciones de vida para las generaciones futuras
de la humanidad entera.
Mediante un análisis sobrio, tanto de la estructura del dogma religioso como
de la gestión histórica de la institución creadora y mediante una inquisitiva
evaluación del contexto social de la práctica religiosa vigente, se hace patente,
de forma destacable, que no es en el sentido místico de las doctrinas y los rituales
religiosos donde reside su importancia objetiva, ni en el pretendido beneficio
que en sentido espiritual pudieran aportar a la sociedad; sino en el diseño del
efecto político de conducción social, calculado por sus creadores -el estado-, así
como en el provecho objetivo que finalmente logran a través de aquellos.
Asimismo, se hace patente la urgente necesidad social por alcanzar la
emancipación. En un proceso que a medida que pasa el tiempo impone cada vez
mayor dificultad y demanda mayor esfuerzo; pero que sin embargo, es un paso
ineludible en la historia futura inmediata de la humanidad -si es que queremos
mantener en elevada estima la razón y objetivos de nuestra existencia-. Primero
habremos de sacudirnos el yugo de la institución católica y retirarle a ella toda
autoridad social; segundo, deberemos desarticular los mitos de nuestra historia y
de nuestra realidad presente, tanto a nivel social como personal; para finalmente
llegar incluso a sacudirnos el condicionamiento que produce la connotación
de la divinidad, y entonces afrontar la existencia futura con protagonismo y
madura responsabilidad, sin depender ni de la gracia divina ni de la voluntad
de las autoridades sociales.
Es en suma, una herramienta invaluable en la lucha por la emancipación
social.