Historias y reflexiones de insomnio

Andy

Andy, el primer hijo de Robert y Ana, nació a los siete meses de gestación y tuvo que ser puesto en la incubadora. Además no quería comer; batallaron mucho para que pudiera ingerir algunas gotas de fórmula para bebé, pero se suponía que, con el paso de los días, Andy comería normalmente. Su pequeñito cuerpo era normal, pero su frente era bastante amplia. Los padres pensaban que esto no era normal. Los médicos decían que así eran los niños y que, con el crecimiento, su frente tendría el tamaño de cualquier niño normal.

Así fue. Al mes de nacido, Andy tuvo el tamaño de un niño nacido en su tiempo y los felices padres lo llevaron a su hogar.

Pero seguía sin querer comer. El médico les dijo que algunos bebés no eran comelones. Dos meses después le dio fiebre a Andy. Los primerizos padres, asustados, lo llevaron a la sala de emergencia, donde recibió los cuidados apropiados en esos casos. No tenía infección de garganta ni de oídos, solo fiebre. Comentaron el problema de que no quería comer. Le dieron acetaminofena para bajar la fiebre. Tres horas después fue dado de alta.

Andy crecía igual que todo niño de esos meses. Su falta de hambre y las fiebres que iban y venían les daban sustos a los padres. Como siempre, todo normal, pero no había explicación para las fiebres de 102,5 grados. Claro, por precaución siempre lo dejaban para observación pues los temores de los médicos eran las convulsiones que este tipo de fiebre podía causar en los bebés. En su primer año de vida, estuvo siete veces en la sala de emergencia.

Andy era uno más de los tantos nietos de ambos padres de Robert y Ana, así es que no eran novedad las extrañas fiebres, pues, cuando no era uno, era otro nieto que padecía de algo, pero para Robert y Ana sí era algo que les preocupaba. También, que a la edad de empezar a comer compotas el niño no quería comerlas. Eso sí, tomaba mucha agua.

La fiesta de su primer año fue celebrada como otra más para los familiares, ya que eran catorce niños de diferentes edades entre las dos familias.

Las gracias, berrinches o logros de Andy no eran de interés para los familiares, mientras que para Robert y Ana lo que el pequeño hacía era para celebrar o para preocuparse. La indiferencia de los familiares hizo que Robert y Ana se alejaran y vivieran solos las experiencias como nuevos padres.

Robert era agente de bienes raíces y Ana, cajera en un banco. Al principio, Betty, una de sus cuñadas, les cuidaba al niño pero, como Andy llegó a los dieciocho meses sin caminar, pensaron que Betty no lo cuidaba bien ya que además tenía a sus tres hijos propios. El problema para hacerlo comer seguía; Robert y Ana aseguraban que ni siquiera intentaban alimentarlo. Así decidieron que Ana dejaría de trabajar para dedicarse a Andy.

Preocupados porque Andy no caminaba y por su falta de apetito, lo llevaron al médico, quien les dijo que no era problema ya que algunos niños eran flojos. Lo importante era que gateaba y se paraba y en cualquier momento se soltaría a caminar. También les dijo que no lo forzaran a comer, pero que se aseguraran de tomara líquidos.

—A algunos niños no les gusta comer y están sanos. Malo sería que tuviera alguna anemia, pero los resultados de los exámenes de sangre son de un bebé sano —les dijo el médico. Esto los tranquilizó. Habían dejado de visitar a sus familiares pues no comentaban con nadie que Andy aún no caminaba.