Prefacio
Dios está haciendo grandes cosas en medio de su pueblo.
En los último años, se ha visto un mover distinto de
la presencia de Dios en medio de las congregaciones, y se
esperan visitaciones de su gracia, como en los tiempos de
la edificación del Templo por manos de Salomón. En esos
tiempos, los sacerdotes se disponían para alabar y adorar
a Jehová y dedicarle el templo, pero llegó la manifiesta
presencia de Dios y le cambió los planes. Era a tal grado el
mover de la presencia de Dios, que los sacerdotes no podían
ministrar, puesto que la Gloria de Jehová estaba sobre ellos.
La Iglesia será testigo de un cambio radical, dinámico
y extremadamente poderoso; se levantará un ejército
de adoración y alabanza, que hará descender la nube de
Jehová, como en el Templo de Salomón, y será aun mayor la
manifestación, dado que la Iglesia de estos tiempos lleva la
gracia de Dios por dondequiera que va. Dios va a comenzar
a revelar sus misterios y las cosas que Él tiene ocultas para
bendición de su Iglesia. La tierra, finalmente dará su fruto al
ciento por uno y no será más menospreciada por cuanto Dios
traerá vida a la misma.
Hay algo que se está introduciendo en los pensamientos
de cada uno de los ministros de Dios y se está movilizando
el ejército de Dios con una autoridad impactante. Viene una
tormenta de parte de Dios para cambiar las costumbres de su
pueblo y para despertar el espíritu guerrero de la Iglesia, para
que retome las naciones para Cristo. Dios me ha confrontado
con mi propósito y sé, que aunque no sea fácil, Él me dará las
fuerzas para llevar a cabo todo cuanto quiere. No soy quién
para detener lo que Dios está haciendo en mi vida, tampoco
seré quién, para quedarme cruzado de brazos cuando Dios
comience a bendecir al pueblo en general. He sentido un vivo
celo por la presencia tangible de Dios y no me detendré hasta
alcanzar el grado de espiritualidad que Dios ha dispuesto para
mi, y entrar en la dimensión y experimentar su gloria, como
Él lo ha propuesto. Se han pronunciado unas palabras de parte
de Dios que queman hasta el hueso y consumen la esencia
humanista para que todos sean sumergidos y saturados por
el poder de dios, “a quién enviaré y quién ira por nosotros”
Isaías 6:8, y hoy le contesto yo, como le dijo Isaías “heme
aquí, envíame a mí.” No sé si ven como de blanca esta la
mies en espera de que la Iglesia vaya y comience a cosechar
(buscando las almas), pero yo en lo personal veo un campo
fértil, blanco y preparado para la siega.
Todos claman, ruegan y suplican que Dios haga algo con
la condición de las naciones, pero tan pronto como Él indica
que quiere usar la Iglesia para sanar a nuestras naciones,
se cierra el corazón de los miembros y le dicen; “no puedo
porque estoy en otras andadas, pero es posible que en varios
años esté preparado para eso, todavía queda tiempo.” Dios,
no necesita que se le dé una palabra de consuelo por el duelo
que siente, al ver como se pierden las almas, ni que se le
den excusas baratas para indicar que no pueden ir a buscar
a los perdidos o mucho menos, que se le hagan promesas
vanas; Él quiere una palabra de compromiso, de peso y de
una persona con carácter, una persona que esté dispuesta
a ir y cumplir con la gran comisión. Él espera que nuestro
si sea si y nuestro no sea no, sin más explicaciones. Dios
está buscando un pueblo que se pare en la brecha por las
necesidades de los pueblos, naciones y continentes, y dé por
gracia lo que por gracia han recibido. Si eres parte de ese
pueblo, Él te dará una de las más anheladas experiencias con
su presencia. Dios se quiere manifestar con toda autoridad
en ti, en tu familia, en tu trabajo, en tu escuela, en tu barrio,
en tu pueblo, en tu ciudad, en tu nación y en tu planeta. Sólo
necesitas tener un corazón que sea conforme al corazón
de Dios, y Él hará contigo maravillas, proezas, milagros,
prodigios, y señales que testifiquen de su grandeza.
No sé cuando comenzó el cambio en mi forma de pensar,
tampoco sé porque motivo se me iluminó la mente y el corazón
de esta forma, lo que si entiendo es que se está moviendo
algo sobrenatural en la atmósfera y en las dimensiones
espirituales. Vienen cambios; cambios de actitud, cambios
de carácter, cambios de pensamiento, cambios en la forma de
ser. ¿Quién estará a cargo de los cambios? Dios, pero a través
de la Iglesia. No estoy hablando de un movimiento ministerial
o conciliar en específico; ni hablo de una religión; le estoy
hablando de que el pueblo que adora a Dios, que conoce que
hay un Espíritu Santo y que sabe que Jesús es hijo de Dios y
que Dios lo levantó de entre los muertos, ese pueblo es quien
tiene la llave para bendecir o maldecir a su nación. Estoy
hablando de que el pueblo de Dios; los que se valen de la
oración, los que suplican, los que ruegan a Jesús por justicia,
los que buscan el rostro de Dios y no tienen miedo de dar,
aún si fuera necesario, su vida por un momento en la gloria
de Dios; esos son los que verán por revelación los cambios y
luego los harán manifestarse ante todos los demás.
En ocasiones, le canto a Dios y le digo: “Permíteme
entrar en tu presencia, pasearme contigo en tu santuario,
quiero tu gloria reflejar. Permite que lleve tu presencia; que
donde me pare sea un santuario, donde pueda yo adorar.
Con cánticos nuevos alabarte, con manos limpias exaltarte,
con toda mi alma adorar. Aleluya, Señor tu mereces toda
gloria; Aleluya, merecedor de toda honra; Aleluya, Señor,
tu eres Santo, Santo, Santo, y yo sólo te he venido a adorar.”
Dios busca adoradores, pero deben ser adoradores que estén
dispuestos a vivir una vida de consagración y dedicación
devota a servirle. Jesús dio el mejor ejemplo cuando estuvo
entre su pueblo, el adoraba al Padre, oraba con frecuencia, se
congregaba y enseñaba las escrituras, pero también sanaba
los enfermos, libertaba los oprimidos y los endemoniados, y
se paraba a interceder por los pueblos. Jesús es mi ejemplo
a seguir. Sé que para llegar a ser una Iglesia del calibre
que espera ver el mundo, y para lograr un cambio global;
tienen que ser fieles imitadores de Jesús. Dios nos da claves
en las escrituras de como buscar su gloria, como hacer que
el descienda y bendiga la tierra, y de cómo lograr que su
presencia permanezca con nosotros.