Tiempos lejanos, Espacios distantes
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No existe lo próximo ni lo lejano, no hay mal ni hay bien, no hay otra sustancia más que el velo blanco como extensa nube del espacio que se abre como un océano a través de todo el universo; allí se haya la semilla, es una manera de llamarla, de los que flotan esperando un turno. Ellos son una pequeña línea o tal vez son nada más un punto que no se suma, tiene un canal por donde se dispara en el momento justo y viaja por el conducto que lleva el secreto a la integración con otra parte donde se mezclan ambos y quedan a la espera de zarpar del adentro hacia la frontera donde el hombre y la mujer observan lo que llega como un milagro para algunos, y para otros como un premio de Dios o de la naturaleza. Ya es espíritu lo que almacena el pequeño cuerpo. La tierra es el encierro de las semanas, los meses o las décadas en que se irán desarrollando querencias, habilidades y amores, navegando entre la mediocridad y el gran talento hasta llegar al otro mundo donde se regresa al punto de donde se vino, o visto de otra manera, donde se originó todo. Los años marcados en el calendario de una vida, los principales, son el comienzo, el parto, y el fin el del día y la hora de la muerte; pero no se acaba nada porque el camino continúa de otro modo y se estima que la fórmula es giratoria. Los ciclos se repiten y se repiten aunque el alma se acelera en el ascenso hacia la cúspide. Por estas pequeñas razones lo que leeréis de aquí en adelante se ubica en el principio de los cuarenta y aún no sabemos cuándo finaliza, aunque para el caso es el hoy el que determina todo. El reloj del tiempo indica las horas, los minutos y en el calendario las flechas se trasmutan y mezclan los sucesos de días perdidos con los últimos actos y sueños de espacios distintos.