En armonía con la ley

El Génesis nos da una vislumbre de la vida patriarcal y de la existencia de un sacerdocio familiar anterior a la era mosaica.

En la narrativa surgen chispazos que muestran a un Enoc tan intachable que “caminó con Dios”, un Noé “pregonero de justicia”, a un Melquisedec “sacerdote del Dios altísimo” (Id.5:24; 2 Pedro 2:5; Gén. 14:18). ¿Puede esto indicar un servicio sagrado sin conexión con principios morales de origen espiritual? Es muy improbable.

La primogenitura hereditaria tenía por objetivo garantizar y preservar el patrimonio racial, cultural, económico y religioso de la familia y del pueblo. Era una disposición divina, y se regía por una ley no escrita (?) de santificación. Los primogénitos eran los sacerdotes de la familia, y debían enseñar la voluntad de Dios a los miembros del clan y sus subordinados. Y aunque no existe una lista definida de mandatos que especifiquen esa voluntad, su existencia era evidente.

Algo característico de Abraham y su descendencia era la costumbre de edificar altares dondequiera se radicaran. Véase por ejemplo Gén. 8:20; 12:7; 13:18; 22:9; 26:25; 33:20; 35:1; Ex. 17:15. Jacob, después de haber percibido la presencia divina en Betel, dijo: “Esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” (Gén.28:22). Altares y sitios sagrados no podían ser otra cosa que la práctica de un culto, el cual inevitablemente incluía reglas de conducta de santificación. Y si ya había leyes religiosas, ¿cuándo caducaron? ¿Fueron abolidas en algún momento entre la era patriarcal y el establecimiento de Israel? No; la evidencia señala en sentido positivo. La ley mosaica era un desarrollo y preservación de ese antiguo sistema. Se introducen un pacto y un código escrito, pero las leyes corren libremente desde la infancia del mundo.