Asistí a una feria del libro en donde descubrí un autor
nuevo, no había leído nada sobre él y mucho menos me era
familiar. ¡Claro! me sentía un experto en mi corto tiempo de
búsqueda de autores y corrientes literarias.
Así que hojeé aquel libro por unos instantes, deteniéndome
al “azar” en un capitulo en particular y leí un poco más de tres
párrafos. ¡Vaya sorpresa que me había llevado! El libro capto
mi atención total, con tan solo hojearlo por unos instantes.
-¿Acaso lo escribí con mi mente y mis deseos?-
Naturalmente poco duro esa pregunta cuando vi que la
publicación tenía poco menos de veinte años de antigüedad.
Sencillamente fue mágico aquel momento en que mis
preguntas fueron respondidas, la sincronía de los hechos,
el haber asistido a aquella feria cuando no solía hacerlo y
probablemente no habría decidido asistir si lo hubiera pensado
unos minutos más, fue una cuestión de acción en el momento
correcto.
Mi realidad en ese momento era que ahí me encontraba,
de pie sosteniendo el libro que había sido escrito veinte años
atrás, de alguna forma inexplicable sentía que cada palabra
era dirigida para mí específicamente.
Naturalmente saque rápidamente mi cartera para pagarlo,
no importaba cuanto costara, lo más importante era tenerlo
porque lo quería terminar de leer cada hoja con esa misma
pasión con la que empecé a leerlo. Me sentía deseoso de
descubrir si mi experiencia pasada podía ser explicada o algo
con lo cual pudiera sentirme identificado.
Me apresure a pagar el libro, y así conocí al dueño, una
persona de edad mayor, un poco encorvado con un aspecto
muy sencillo sin embargo emanaba una vibra impresionante.
Dudo mucho poderlo explicar en palabras, aun así lo haré. La
presencia del señor era como estar dentro de un monasterio, llena de monjes budistas meditando. La sensación que
daba al observarlo de paz, como si una especie de color se
desprendiera de su ser y no tuviera fin.
Su seguridad al hablar, la tranquilidad y paciencia me
daba la impresión de gran conocimiento y sabiduría. En fin
me acerque al señor, sobresaltado y muy agitado con emoción
le pregunté:
Disculpe Señor ¿Qué precio tiene este extraordinario
libro?
Voltea a verme, contempla el libro un par de segundos y
me mira fijamente a los ojos, diciéndome:
El valor del libro es realmente lo de menos hijo...
¿Qué es lo que deseas obtener con la información que ahí
viene?
Un tanto desconcertado por la pregunta, ya que esperaba
sin duda que me respondiera el precio, no sé $200 pesos o algo
así...en fin, le contesté:
La verdad es que no estoy seguro si yo encontré el libro o el
libro me ha encontrado a mí.
Nuevamente me miró, solo que esta vez con una expresión
más relajada y afirmó: Sin duda el libro te ha encontrado a ti
hijo...
Así es... cuando el libro te encuentra a ti no hay precio
que se pueda pagar, así que te voy a pedir un favor léelo con
calma, no trates de terminarlo en un solo día. Tómate tu
tiempo, medita cada página que leas como si lo estuvieras
viviendo y el libro es tuyo, de esa forma me estarás pagando.
¡Vaya! no sabía que decir estaba sorprendido por la forma
en que se estaban presentando las cosas.