El arte de la protección

Capítulo: 16- INDIVIDUOS SOSPECHOSOS […] Algunas prendas, objetos, combinaciones que se asocian o no al entorno, a la situación o a la actividad propios del lugar donde nos encontremos son relevantes para llamarnos la atención y se sumarán a los índices de sospecha recolectados, conforme al proceso anterior de lectura: edad, cantidad, lenguaje no verbal. Entonces nos fijaremos en los siguientes elementos: • saco, chamara o abrigo según el clima o el lugar, con bolsillos voluminosos en los flancos, los hombros o la espalda; • para ocultar la cabeza: sombrero, visera, bufanda, gorra, etcétera; • playera o camisa fuera del pantalón; • carga maletín de deportes o mochila no llenos; • combinaciones de ropa, accesorios u objetos que no armonizan con el entorno. Para concluir, hay un punto adicional relevante cuando la distancia lo permite en ocasiones, como en lugares públicos o eventos. Se trata de mirar la cintura de la persona, de buscar el detalle de la forma, que pudiera ser la de un arma tipo pistola, enfundada del lado derecho, si es diestro, o del otro lado, si es zurdo. Luego, es importante revisar la espalda, a la altura de las vertebras lumbares. Otro indicador es si va vestido de traje. Así es más difícil esconder un arma, sólo si el traje es de una talla arriba o de un modelo de saco cruzado (ya no se usa, pero a fines de los noventas aún se utilizaba). La playera o camisa por fuera, encima de los pantalones, puede ocultar un arma en frente (es poco usual en general, pero muy a la moda en el ámbito de los drogadictos o de los jóvenes en general). Si está puesta en la espalda, es más habitual. México es un terreno muy fértil para practicar y desarrollar el ojo con el fin de ver si la gente está o no armada, ya que muchos andan armados en ciertas zonas o eventos. En países con mayor control y respeto de la autoridad, como Francia, Suiza, Canadá, Inglaterra, por citar algunos, yo no hubiera podido desarrollar esta habilidad de detección tan precisamente como la he descrito. A lo largo de años, en México y en Centroamérica ha sido una ganancia haber adaptado mi forma de portar armas en operaciones, probando la sobaquera, las opciones de la cintura por fuera o por dentro, con o sin funda, la cangurera, el chaleco, la funda de tobillo, siempre según la vestimenta, el nivel de riesgos del VIP a quien protegía, y considerando además los lugares (ciudad o zona rural), el clima o el tipo de sitios visitados. Estos son los principales parámetros. Recuerdo bien la siguiente experiencia. Fue durante una operación que ocurrió al proteger a un hombre muy joven y a su acólito de la misma edad, sujetos a una situación de gran exposición. Por motivos de reserva y confidencialidad, no citaré en esta ocasión sus nombres ni la ubicación de los sitios. El amigo de mi protegido era como su hermano. Los dos eran necios y vulnerables como lo son los jóvenes de 23 años. [...] Todo sucedió a fines de 2006, en septiembre, si bien recuerdo. No había empezado el invierno y casi no llovía en la ciudad. El principal que me había contratado era un joven francés, que acababa de vivir una muy mala experiencia por haber sido víctima de una situación de persecución por parte de la policía migratoria mexicana. El operativo fue muy intenso durante treinta y tres días consecutivos, sin descansos, más que unas horas por la noche, y era perfecto para que mi experiencia en ese momento sirviera a la seguridad de mi cliente de manera eficaz. [...]